martes, 7 de diciembre de 2010

Reflexiones sobre el cristiano ante los falsos maestros

El cristiano ante los falsos maestros
Texto: 1 Juan 4:1-6

Queridos hermanos, no crean a cualquiera que pretenda estar inspirado por el Espíritu, sino sométanlo a prueba para ver si es de Dios, porque han salido por el mundo muchos falsos profetas. 2En esto pueden discernir quién tiene el Espíritu de Dios: todo profeta que reconoce que Jesucristo ha venido en cuerpo humano, es de Dios; 3todo profeta que no reconoce a Jesús, no es de Dios sino del anticristo. Ustedes han oído que éste viene; en efecto, ya está en el mundo.
4Ustedes, queridos hijos, son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo. 5Ellos son del mundo; por eso hablan desde el punto de vista del mundo, y el mundo los escucha. 6Nosotros somos de Dios, y todo el que conoce a Dios nos escucha; pero el que no es de Dios no nos escucha. Así distinguimos entre el Espíritu de la verdad y el espíritu del engaño.

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Hay un poder diabólico que ha operado y opera en el mundo y en la vida de quienes no tienen a Jesucristo (comp.1 Juan. 5:19). La gran tragedia es que la inmensa mayoría de las personas no se da cuenta de esta realidad. En ocasiones, este poder "infecta" también a la iglesia. Ya en los días del apóstol Juan la iglesia era amenazada por los falsos maestros y sus falsas enseñanzas que atacaban los fundamentos de su fe. Aunque con rostros diferentes, esta amenaza todavía persiste y es necesario hacerle frente.

Juan había dicho que muchos son los anticristos que han surgido ya y escribió para alertar a los creyentes acerca de los que procuraban engañarlos (2:18, 26). En 4:1 afirma que han salido por el mundo muchos falsos profetas. Junto con esto, también afirma que la iglesia está en capacidad de discernir y tiene la obligación de examinar el mensaje que estos predicadores le presentan, a fin de que no sea engañada. Dos veces expresa el texto la idea que podemos conocer la verdad respecto a este problema: En esto pueden discernir... (v. 2) y Así distinguimos entre el espíritu de verdad y el espíritu del engaño (v. 6).

En el texto de 1 Juan 4.1-6 hay básicamente dos bloques de pensamiento: el primero (vv. 1-3) apunta hacia la enseñanza de los maestros, ante la cual la iglesia debía estar despierta, a fin de poner a prueba a los mensajeros y su mensaje. Se presentan tres asuntos: a) El mandato de probar a los maestros y su mensaje (v. 1a); b) la razón para probar a los maestros y su mensaje (v. 1b) y c) el criterio para probar a los maestros (vv. 2 y 3).

El segundo bloque de pensamiento del texto se proyecta hacia el carácter o conducta de las personas involucradas en el mensaje, de modo que se revelan los distintivos del Espíritu de verdad o el espíritu del error actuando en ellos (vv. 4-6). Entonces, la iglesia tiene también la obligación de poner a prueba el  carácter (conducta) de los maestros y el de su público receptor. En el texto, Juan identifica varios asuntos: a) El carácter de los creyentes fieles a Jesucristo (v. 4); b) el carácter de los maestros falsos (v. 5) y c) el carácter de los maestros verdaderos (v. 6) fieles al Señor y su Palabra.

La realidad, pues, es que ha habido, hay y habrá falsos profetas (maestros, predicadores) y la iglesia está en la obligación de examinar, a la luz de la revelación y la doctrina de Jesucristo, el mensaje que estos predicadores le presenten. Dos veces expresa el texto la idea de conocer la verdad respecto a los falsos maestros: En esto pueden discernir... (v. 2) y así distinguimos (v. 6).  El texto enseña que hay sólo dos espíritus guiadores: el Espíritu de la Verdad (el Espíritu Santo) y el espíritu del error (el espíritu del anticristo). Todo profeta o maestro está al servicio de uno de estos dos espíritus, de modo que de su boca sale verdad o error, orientación o confusión, vida o muerte, según sea el espíritu que lo motive. ¡Por eso es necesario ponerlos a prueba!

Desde el principio, Satanás ha tratado de mezclar su mentira con la verdad de Dios. (Lo intentó con Adán y Eva y tuvo éxito). Juan le sale al paso a esta vieja artimaña de Satanás con un planteamiento claro y tajante, expresado en dos afirmaciones: no crean a toda persona que pretenda estar inspirada por el Espíritu, sino sométanlos a prueba. De inmediato presenta el fundamento de su exhortación con una razón inequívoca: porque han salido por el mundo muchos falsos profetas. Pocos años después que Juan escribiera estas palabras la iglesia puso a prueba a los que decían ser apóstoles, pero no lo eran (comp. Apocalipsis 2:2) Hoy, como ayer, la Verdad está siendo mezclada con el error, al punto que a veces es difícil distinguir entre los dos (como los colores del Arco Iris). ¡Cuántas corrientes de pensamiento vuelan por el mundo hoy! Desarrollo del potencial humano, la fuerza interior, la Nueva Era, Teología de la Prosperidad, pensamiento positivo, etc. ¡Lo lamentable de todo esto que han entrado encubiertamente en muchas de nuestras iglesias!

No por ser “sobrenatural” un hecho cualquiera debe ser considerado como procedente de Dios. Es importante asegurarse que el mensaje y el hecho estén en concordancia con la revelación escrita de Dios y con la conducta del mensajero. Cabe bien aquí el dicho popular: “no todo lo que brilla es oro”. La prueba de la verdad es necesaria. ¡Y La Verdad siempre pasa la prueba!

¿Cuáles son algunas conclusiones que podemos visualizar de la breve reflexión del texto de 1 Juan 4:1-6? Hay por lo menos tres propuestas que podemos presentar, a manera de conclusión:

1. La iglesia tiene la responsabilidad de evaluar la enseñanza que recibe de sus maestros.
Hay un poder del mal, un poder diabólico, que está operando en el mundo y se opone a la iglesia de Jesucristo, se opone a la Verdad. La oposición viene tanto desde afuera como desde dentro de la misma iglesia. La Escritura afirma que el Espíritu de Verdad, el Espíritu Santo, ha sido dado a los creyentes; pero también afirma que hay otro espíritu en el mundo, contrario al Espíritu de Verdad, que se manifiesta de múltiples formas en contra de la iglesia de Cristo. Por tanto, es necesario que la iglesia ponga a prueba a quienes pretenden ser maestros o predicadores del evangelio, para saber si son de Dios. El consejo de Juan es: No crean a cualquiera que pretenda estar inspirado por el Espíritu, sino sométanlo a prueba para ver si es de Dios.

2. Lo que los maestros pretenden enseñar es determinante para decidir si son verdaderos o falsos.

El argumento del apóstol Juan es que el mensaje de los maestros es una medida para saber si son verdaderos o si son falsos. En aquel caso, el punto central era si su mensaje afirmaba que Cristo vino en cuerpo humano, lo cual implica creer tanto en el nacimiento, como la vida, muerte y resurrección de Jesús. Hoy el punto central bien pudiera ser otro, sin perder la esencia del mensaje. Por ejemplo: ¿qué valor le dan a la Revelación escrita, frente a las llamadas revelaciones que, según algunos de esos predicadores, dios les está dando hoy? ¿Tiene la Revelación escrita la última palabra? Los creyentes deben poner a prueba el mensaje de los maestros y predicadores. El solo hecho de que una persona diga que viene en nombre de Dios no es una garantía de que dice la verdad, aunque su mensaje esté acompañado aun de “hechos sobrenaturales”.[1] Por sobre cualquier hecho portentoso, el mensaje del predicador debe pasar la prueba teológica referente a la doctrina de Jesucristo y la Revelación escrita. Por otra parte, el hecho de que el maestro (teólogo o predicador) lea uno o varios textos bíblicos en su exposición y saque alguna “enseñanza” de ellos, no indica que en verdad tal enseñanza se deriva de estos versículos. Es necesario estar seguro que en verdad el texto presenta esa enseñanza.

3. La conducta de los que pretenden ser maestros (o predicadores) es una medida para saber si son de Dios o si provienen del mundo.

El mensaje de Jesucristo transforma la vida de quienes lo siguen; no sólo transforma la vida, sino que ha dejado en nosotros su Santo Espíritu: El que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo. ¿Cómo sabemos si el mensaje es de Dios o si no lo es?: ¡Por los frutos! La coherencia entre los dichos y los hechos, el mensaje y la conducta, lo que se dice y lo que se hace, indican si un maestro (profeta) está dando un mensaje verdadero, si el mensaje es de Dios o si es del diablo.
Pero no se trata sólo de los verdaderos profetas, sino también de los verdaderos profesantes. Los verdaderos cristianos escuchan la Palabra de Dios, aunque ésta no sea popular. Son falsos aquellos que siguen a los que les dicen lo que quieren oír. ¡Cuántos hay de estos hoy que van de iglesia en iglesia, buscando música para sus oídos!

¿Qué debemos hacer, entonces?

Asumimos que la iglesia es una comunidad hermenéutica con capacidad para interpretar las Escrituras y los signos de los tiempos. Por tanto, puede discernir cuándo un maestro está diciendo la verdad del evangelio y cuándo está desviándose de ella. Esta no es una opción, es una obligación: la iglesia debe evaluar, a la luz de las Escrituras, el mensaje que recibe de los predicadores y maestros. ¿Piensa usted que en estos tiempos hay algunos maestros o predicadores que se están desviando de los principios fundamentales del evangelio? Frente a los tales, hay dos posibilidades: 1) que de verdad esos maestros están equivocados; 2) que el equivocado es usted. En cualquiera de los casos, es necesario confrontar el problema. Tal vez el asunto es más elemental en su iglesia: el problema no es que estén enseñando doctrinas falsas, sino que no están enseñando realmente enseñando las verdades fundamentales del evangelio, no están enseñando todo el consejo de Dios. En este caso, el problema es no sólo teológico sino hermenéutico. Es elemental, para poder evaluar a los predicadores (teólogos y maestros), debemos reflexionar sobre lo que creemos, debemos conocer las verdades del evangelio. Si siente que no está preparado para esto, entonces le propongo un camino de acción: 1) Tome la decisión de participar activamente en un encuentro de estudio bíblico regular de la iglesia. 2) Préstele atención a los sermones que está oyendo en su iglesia cada semana. 3) Dialogue con los líderes de la iglesia sobre la doctrina cristiana que han aprendido.

Por otra parte, debemos tener presente que unas veces las falsas enseñanzas se presentan encubiertamente y otras se ven claramente. Hay verdades fundamentales del evangelio que son muy claras en las Escrituras. Por ejemplo: todo ser humano es pecador y necesita salvación; la salvación se obtiene sólo por la fe en el sacrificio de Jesucristo; Jesucristo transforma a quienes lo siguen, etc. Frente a esto, hoy se presentan temas que en ocasiones confunden a los creyentes. Por ejemplo, en el ámbito evangélico se habla de temas como la Teología de la prosperidad, la Guerra espiritual, la Sanidad interior, la Oración fuerte al Espíritu Santo etc. y no siempre se explica al oyente lo que esto significa e implica. ¿Qué hacer frente a estos movimientos? Por lo menos es nuestra responsabilidad confrontar y evaluar sus enseñanzas a la luz de las Escrituras. Es nuestra responsabilidad examinar y comprender bien la Palabra de Dios, para saber si los maestros o predicadores están diciendo la verdad o si son guiados por el espíritu del error.

Finalmente, no es sólo el mensaje lo que ayuda a determinar la autenticidad de los predicadores o maestros. También su conducta, su estilo de vida, es una medida. El mensaje del evangelio transforma la vida de los seres humanos a la semejanza de Jesucristo. Juan hizo también esta observación: el que dice que permanece en él, debe vivir como Jesús vivió (1 Juan 2:6). Unas preguntas que en este sentido pudiéramos hacernos son estas: ¿Se ajusta la vida de este predicador o maestro al mensaje que predica? Si la respuesta es negativa, entonces es sospechoso. ¿Se ajusta la vida de este predicador al mensaje de las Escrituras? Si la respuesta es negativa, también debería sospecharse de la autenticidad o franqueza del predicador. La conducta de los predicadores o maestros debe ser considerada a la hora de decidir si son de Dios o si son de este mundo. Pero también la conducta personal de los oyentes es importante. Todo depende de si sigue los valores del reino de Dios o los valores de este mundo. ¿En cuál camino está usted? ¿A quién está siguiendo?  Queridos hermanos, no crean a cualquiera que pretenda estar inspirado por el Espíritu, sino sométanlo a prueba para ver si es de Dios, porque han salido por el mundo muchos falsos profetas.


[1]Cristo dijo que algunos van a tratar de engañar. Y aparentemente querrán engañar a Dios mismo (comp. Mateo 7:21-23)

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