sábado, 20 de noviembre de 2010

Reflexiones sobre Juan 3.16

El evangelio afirma que Dios amó tanto a los seres humanos que entregó a su Hijo para darles vida a todos los que crean en él. Sí, Dios tomó la iniciativa y entregó a Jesucristo para que muriera en sacrificio por nuestros pecados. No hay otra opción, él es el único camino para llegar a Dios. Absolutamente, el único camino. ¡Él es el punto de encuentro! En Jesucristo se reúnen ricos y pobres, blancos y negros, esclavos y libres, sabios e ignorantes, cultos e incultos, hombres y mujeres, ancianos y niños. Él es el mediador para el encuentro entre Dios y los seres humanos.

El mensaje central del evangelio se resume con mucha claridad en un breve discurso de Jesús registrado en Juan 3:16-21. A través de este texto, hay básicamente dos conceptos que Juan quería comunicar a sus lectores: 1) La iniciativa de Dios para acercarse a los seres humanos a través de su Hijo Jesucristo y 2) la respuesta humana a esa incomparable acción de Dios. Aquí está el texto:
16Por que tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que to-do el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. 17Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. 18El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. 19Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos. 20Pues todo el que hace lo malo abo-rrece la luz, y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descu-bierto. 21En cambio, el que practica la verdad se acerca a la luz, para que se vea claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios. (NVI)

¿Cómo se desarrollan en este texto los dos estos conceptos antes señalados? En los versículos 16 y 17 se plantea la enseñanza básica del texto: Dios entregó a su Hijo unigénito para darnos la salvación. Este es el punto central alrededor del cual gira todo lo demás. Es claro que fue Dios quien tomó la iniciativa: él dio a su Hijo unigénito. El texto presenta tanto la razón como el propósito de esta acción de Dios. La razón es única e insuperable: tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito. No es que Dios tuviera alguna deuda con el ser humano. Absolutamente, NO. Lo que movió a Dios fue su inmenso amor por los seres humanos que estaban bajo condenación y muerte por causa de sus pecados. El propósito de esta acción es claro: para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Se colocan delante sólo dos posibilidades para los seres humanos: la muerte o la vida. La muerte es sinónimo de condenación, mientras que la vida lo es de salvación. Por supuesto, lo que Dios quiere para los seres humanos es la vida. Así que, en el versículo 17 se reafirma el propósito de Dios. El propósito de Dios al enviar a Jesucristo no es condenar, sino salvar al mundo. En verdad, el mundo ya estaba bajo condenación; pero Cristo vino para darle la posibilidad de liberación, para abrirle el camino a la vida, a la buena relación con Dios (comp. 14:6). No hay otra manera de encontrarse con Dios, sino por medio de Jesucristo. El mensaje del texto, entonces, es que Jesucristo fue enviado a este mundo como sacrificio para el perdón de nuestros pecados, para que seamos salvos por medio de él, para que tengamos buena relación con él, para que tengamos vida.
El versículo 18 habla básicamente del resultado de creer o no creer en lo que Dios ha hecho al entregar a su Hijo unigénito con el propósito de dar la vida. Lo primero que hace Juan (v. 18) es mostrar un contraste entre dos tipos de personas: los que creen y los que no creen en el Hijo. El texto indica que el sólo acto de creer en el Hijo de Dios libera a la persona de la condenación. Pero ¿qué quiere decir creer en el Hijo? En aquel tiempo significaba aceptar que en Jesús se había cumplido el anuncio de los profetas, de modo que él era el Cristo. Por tanto, debían seguirlo. Significaba también que en Jesús Dios se había hecho presente: él era el Hijo de Dios y por tanto la Verdad y fuente de toda verdad. Entonces, se debía creer lo que él decía a fin de tener vida. ¡El entregó su vida en sacrificio por nuestros pecados! Creer en Jesús significa aceptar que él pagó por nuestros pecados y ahora podemos tener una correcta relación con Dios, porque por medio de la fe en él pasamos de muerte a vida. El versículo 18 también habla de los que no creen. Y por cuanto no creen, permanecen bajo condenación. Juan escribe con el propósito de que estos crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, de modo que sean salvos y tengan la vida eterna. ¿En cuál grupo queremos estar? ¿En cuál grupo está usted?

Los versículos 19-21 dan otra imagen respecto a Cristo. Ahora no se presenta como el Hijo unigénito de Dios, sino como aquella luz que vino al mundo. El texto amplía el argumento mediante una descripción de las actitudes que asumen los dos tipos de personas en las cuales se divide la humanidad. Habla de los que andan en tinieblas y prefieren las tinieblas; y habla también de los que se acercan a la luz y practican la verdad. Habla de los desobedientes y los obedientes, los que hacen lo malo y los que hacen lo bueno, los que siguen el camino de la muerte y los que siguen el camino de la vida, los que andan sin Dios y los que andan con Dios.

¡No hay escape! Frente a Cristo todo queda al descubierto porque él es la luz. Los que creen en lo que Dios ha hecho no tienen ningún temor de acercarse a Jesucristo. Pero los que no creen tienen temor de acercarse a Cristo por cuanto temen ser descu-biertos. Ellos saben que sus obras son malas. Jesús dice que de todos modos sus obras serán descubiertas, pero sus pecados pueden ser perdonados si los confiesan y lo siguen a él.

Hay, entonces, dos grandes verdades que enseña el texto de Juan 3:16-21. Primero, que a través de Jesucristo, Dios ha mostrado cuanto nos ama. El amor verdadero no consiste palabras bonitas, sino de hechos aunque estos sean difíciles de realizar. Dios no solamente ha dicho que nos ama profundamente, sino que lo ha demostrado. Él hizo la más grande demostración de su amor al entregar a su Hijo unigénito en sacrificio por nuestros pecados. Dios decidió amarnos y nos amó a todo costo. ¡No hay amor más grande!

La segunda verdad del texto de Juan 3:16-21 es que el destino nuestro depende de la decisión que tomemos respecto al Hijo de Dios que fue entregado en sacrificio por nuestros pecados. Dios ha tomado la iniciativa para encontrarse con nosotros; pero cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad de tomar la decisión de aceptar o rechazar la oferta de Dios. Hay quienes deliberadamente deciden rechazar a Jesucristo y hay quienes humildemente deciden seguirlo. Quienes lo rechazan siguen bajo condenación y muerte; quienes lo aceptan (creen en él y lo siguen) tienen la vida eterna. La oferta se mantiene en pie, jamás ha cambiado ni cambiará: para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

¿Qué debemos hacer, entonces? Ya que en Jesucristo Dios ha mostrado que ver-daderamente nos ama, debemos corresponder sinceramente a su amor. Debemos aceptar por la fe que lo que Él ha hecho es suficiente para el perdón de todos nuestros pecados. No importa quienes seamos, ni qué hayamos hecho. El sacrificio de Jesucristo puede limpiarnos de toda maldad. Por la fe en Jesucristo nuestra vida puede ser transformada. ¿Ha tomado usted la decisión de confesar sus pecados a Dios a través de Jesucristo? Si no lo ha hecho, este es un buen momento para hacerlo. Pídale a Dios que entre a su vida, que le cambia su vida respecto a las cosas malas que hace. Pídale que lo haga una persona nueva. Por la fe en Jesucristo tenemos vida y vida en abundancia. ¡No necesitamos más intermediario que Jesucristo para acercarnos a Dios!

Por otra parte, si nuestro destino eterno depende de la actitud que asumamos ante el Hijo de Dios que fue entregado en sacrificio por el pecado, entonces es necesario revisar nuestra vida. ¿En cual de los dos grupos de personas se encuentra usted? ¿Está todavía entre los que son incrédulos a lo que Dios ha hecho a través de Jesucristo, o está entre los que han asumido el compromiso de la vida según el camino que Dios ha trazado mediante Jesucristo? Si está entre los que no han decidido creer en Jesucristo como su salvador, ahora es el tiempo para cambiar esta actitud. Si en Jesucristo está la vida, como lo enseña la Palabra de Dios, ¿por qué no tomar hoy mismo la decisión de seguirlo? Y si usted está entre los que ya han decidido seguir a Jesucristo, entonces evalúe su vida para ver cual es su nivel de compromiso con la nueva vida que él le ha dado. ¿Refleja su vida que verdaderamente ha sido transformado por la fe en Jesucristo?

¡Dios tomó la iniciativa y se acercó a nosotros para mostrarnos cuantos nos ama! Conocido esta verdad, todos tenemos la misión de proclamar el amor de Dios y nuestra salvación a través de Jesucristo, tanto con nuestra vida como con nuestras palabras. ¡Gracias, Padre eterno, por darnos a tu Hijo Jesucristo!


Ángel Custodio López
Correo-e: evangel1948@hotmail.com

viernes, 19 de noviembre de 2010

Reflexiones en Romanos 5:1-11 (Parte 1)

Nuestra relación con Dios
Romanos 5:1-11
(Primera parte)


El mensaje central de la carta a los Romanos puede resumirse en esta afirmación: el justo vivirá por la fe. El escritor inspirado por el Espíritu Santo afirma que en el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por la fe de principio a fin (1:17). En verdad, puede decirse que toda la carta a los Romanos es una interpretación de lo que esa justicia que proviene de Dios significa para los que creemos en Jesucristo. Un concepto fundamental presentado en Romanos, a manera de contraste, es que en Adán, como consecuencia de su pecado, todos los seres humanos han muerto; pero ahora, por la fe en Jesucristo, todos pueden alcanzar la vida (5:8, 18).

Después de presentar la esencia de su argumento en Romanos 1:16, 17, el apóstol plantea la gravedad del pecado y la manera como éste ha afectado a todos los seres humanos, colocándolos irremediablemente bajo juicio y condenación (1:18-3:20). El apóstol deja bien clara la imposibilidad del ser humano para librarse de su culpa; pero a la vez, le ofrece esperanza. Por eso, desde 3:21 hasta 4:25 presenta la única respuesta posible para el problema del pecado y su consecuencia de muerte: La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo para todos los que creen (Romanos 3:22). En efecto, en 3:21, 22 dice que ahora... se ha manifestado la justicia de Dios de la que dan testimonio la ley y los profetas. Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen (comp. 3:25). En 5:1-8:39 enseña que en Jesucristo hay liberación de la ira de Dios, liberación del poder del pecado, liberación del poder de la condenación de la ley y liberación del poder de la muerte. ¡Por Jesucristo somos libres de toda condenación! Esto queda fuera de toda duda con la conclusión presentada en 8:1: Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús…

En 4:21-25 se presenta un resumen de esa justicia que proviene de Dios, la cual trae la salvación a todos los que creen en él. En el capítulo 5, donde está el texto que encabeza esta reflexión, el autor desarrolla el argumento que expone el sacrificio de Jesucristo como el acto único y suficiente para liberar al ser humano de la ira de Dios. La primera parte del capítulo (5:1-11) habla del alcance de la justificación del ser humano delante de Dios. Según este texto, la justificación por la fe en Jesucristo nos ha librado de la ira de Dios. Como resultado de esto, ahora tenemos una nueva relación con Él. Pero ¿qué significa realmente esto? Para clarificarlo es importante analizar cuidadosamente estos versículos. Para comenzar, podemos decir que la afirmación central de Romanos 5:1-11 está dada en el v. 1 como una propuesta sobre la cual se desarrolla el contenido de todo el párrafo es que ... tenemos paz por medio de nuestro Señor Jesucristo. (En realidad esta afirmación tiene sentido pleno, sólo sobre la base de la declaración del versículo anterior [4:25]. Cristo fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para librarnos de culpa.) El concepto de la justificación se repite en el v. 9 [Y ahora que hemos sido justificados por su sangre... por medio de él seremos salvados del castigo de Dios] y de manera implícita está expresado también en el v. 8. La enseñanza central de este párrafo puede expresarse bien en los siguientes términos: Por medio de Jesucristo tenemos una nueva relación con Dios. El sacrificio de Cristo no sólo libera al ser humano del castigo de su pecado, sino que le da ciertos beneficios que le devuelven la esperanza mientras vive en este mundo de desesperanza hasta la manifestación plena la esperanza viva en Jesucristo.

Los vv. 1-5 señalan algunas de las bendiciones que tenemos a través de Jesucristo. Las tres primeras afirmaciones de los vv. 1, 2 (tenemos paz... tenemos acceso a esta gracia... y nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios) indican claramente que hay una nueva relación con Dios, por cuanto la comunión con Él ha sido recuperada. Los vv. 3, 4 muestran que debido a la nueva relación con Dios, ahora tenemos una actitud positiva frente a los problemas y tensiones de la vida, por cuanto éstas fortalecen nuestra fe. Y el v. 5 añade que ahora tanto el amor de Dios como su misma presencia están en nosotros por el Espíritu Santo, de modo que tenemos absoluta seguridad de la esperanza y no hay nada que pueda desilusionarnos respecto al evangelio, porque estamos seguros del amor de Dios en nosotros.

Los vv. 6-8 resumen el acontecimiento histórico de la cruz y le dan significado en el contexto de una gran necesidad humana: la necesidad de la vida. Estos versículos muestran tanto el precio pagado por nuestra salvación [justificación] como la más contundente demostración de amor que jamás haya conocido el ser humano.

Los vv. 9-11 extienden las bendiciones de la obra de Cristo hacia la eternidad. No sólo hablan de la seguridad de que fuimos salvos y somos salvos, sino que seremos salvos de la ira en el día del justo juicio de Dios. Recalcan, además, no sólo el hecho de que cuando éramos enemigos Dios nos reconcilió por la muerte de su Hijo, sino que además, por cuanto Jesucristo vive, también seremos salvos por su vida. ¡Por la fe en el sacrificio de Jesucristo hemos sido liberados de la ira de Dios! Hemos sido justificados delante de Dios y tenemos una nueva relación con él, tenemos salvación.

La nueva relación con Dios que se expone en el párrafo de Romanos 5:1-11 es ampliamente discutida en los próximos capítulos de este libro. Pero hay unos asuntos fundamentales que se expresan en este texto. ¡Vale la pena revisarlos con cierto detenimiento!

En primer lugar, se observa que el sacrificio de Jesucristo es la base de la nueva relación del ser humano con Dios (5:1-5). En esa nueva relación, los cristianos tenemos bendiciones extraordinarias por la fe en la obra de Cristo. Es claro que en estos versículos el apóstol habla acerca de los efectos (resultados) de la justificación sobre aquellos que aceptan la obra de Cristo mediante un acto de fe. Se revelan aquí tres grandes pensamientos cargados de bendiciones para el creyente. Se habla de la relación de comunión con Dios que tienen aquellos que por fe han sido justificados (vv. 1, 2); se expone también acerca de la actitud positiva que el creyente ha de asumir frente a las dificultades de la vida que lo ayudan a crecer en la fe, (vv.3, 4); y se habla también de la recepción del Espíritu Santo, que da al creyente la seguridad plena ante cualquier afrenta (v. 5). Así que, los vv. 1-5 dan base suficiente para afirmar que por el sacrificio de Jesucristo los cristianos tenemos una nueva relación con Dios.

La nueva relación con Dios a través de Jesucristo abre un nuevo horizonte para la vida humana (vv. 1, 2). En 3:23 (comp. 5:12) Pablo había presentado una trágica verdad: el pecado separó al ser humano de la gloria de Dios. Ahora, sobre la base de haber sido justificados delante de Dios, en estos primeros dos versículos el apóstol hace tres extraordinarias afirmaciones con las cuales deja claro que la nueva relación con Dios a través de Jesucristo abre un nuevo horizonte para la vida humana. Habiendo sido justificados por la fe: 1. Tenemos paz con Dios (v. 1). 2. Tenemos acceso a esta gracia en la cual estamos firmes (v. 2a). 3. Nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios (v. 2b).

Lo primero que el texto dice es que los cristianos tenemos paz con Dios (v. 1). Más adelante, en el v. 10, el apóstol reafirma lo que antes había dejado bien claro: Éramos enemigos de Dios, separados de su gloria, pero por Jesucristo fuimos reconciliados (comp. 3:23, 24). La historia del Génesis (cap. 3) cuenta que el ser humano, en un acto de desobediencia representado en Adán, le dio la espalda a su Creador y desde allí quedó bajo la ira de Dios y bajo sentencia de muerte. Pero en Jesucristo hemos sido reconciliados, de modo que tenemos paz con Dios.

Ser justificados significa estar libres de la condenación, libres de la ira de Dios; significa que ahora tenemos paz con Dios. La justicia de Dios que pesaba sobre el ser humano, la paga del pecado, fue echada sobre Cristo. Una vez pagado el precio, somos declarados justos y no hay más acusación que pueda prosperar (comp. 8:1, 31-39). La frase por medio de nuestro Señor Jesucristo hace hincapié en la importancia del instrumento mediante el cual fuimos reconciliados. Con autoridad plena el apóstol puede afirmar que tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Las relaciones de amistad entre Dios y los seres humanos se habían roto, pero ahora la comunión ha sido restablecida. El sacrificio de Jesucristo es suficiente para el perdón de nuestros pecados. ¡Tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo! ¡Somos liberados de la ira de Dios!

El segundo asunto que plantea el texto es que los cristianos tenemos acceso a la gracia de Dios y nos mantenemos firmes en ella (v. 2a). Es bien claro en el texto que esta bendición también es recibida por medio de Jesucristo: Por medio de quien también hemos obtenido acceso por la fe a esta gracia. ¿Pero qué quiere decir el apóstol con la frase a esta gracia? La palabra también indica que se refiere a algo diferente a la paz con Dios, pero a la vez viene de la misma fuente. Hay la posibilidad que esta gracia se refiera al hecho de haber sido justificados, lo cual ha sido verdaderamente un gran favor inmerecido (3:24). Pero como está presentada la afirmación, el acceso por la fe a esta gracia, muestra que es una consecuencia más de la justificación y como tal es algo diferente a ella. El acceso a esta gracia se refiere a la libertad para entrar a la presencia de Dios, sin otro intermediario aparte de Jesucristo.

Los que hemos sido justificados por la fe en Jesucristo no sólo tenemos paz con Dios, sino que también tenemos acceso seguro ante Él; es decir, somos introducidos al trono de Dios por medio de la obra de Jesucristo y ahora podemos estar en su comunión. Es como si el mismo Jesucristo tomara de la mano al cristiano y lo presentara ante el Padre. En Jesucristo hemos pasado de muerte a vida, de condenación a justificación, de un estado de desgracia y desesperanza a un estado de gracia y esperanza, en la cual estamos firmes. Es así, por cuanto no depende de los débiles esfuerzos humanos, sino del inapreciable precio pagado por Cristo y su autoridad para introducirnos al trono de Dios. Tenemos libertad para entrar a la presencia de Dios sin ningún otra intermediación que Jesucristo.

El v. 2b presenta una tercera bendición, como resultado de haber sido justificados delante de Dios. El texto enseña que el cristiano se regocija en la esperanza de la gloria de Dios. Una de las verdades más hermosas de la fe cristiana es que el futuro no es incierto, hay esperanza segura (v. 5). Como resultado de haber sido justificados delante de Dios por medio de Jesucristo, nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Hay alegría por la recuperación de lo perdido. Por supuesto, la esperanza cristiana es un concepto muy amplio, y se extiende a todo lo que el Señor ha prometido, pero aquí se trata específicamente de la esperanza de la gloria de Dios. En Jesucristo se recupera la esperanza. En él se recuperó lo que se perdió por causa del pecado de Adán. Este es un gran motivo de regocijo para todos los que confesamos que Jesucristo fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para librarnos de culpa (4:25). La gloria perdida por causa del pecado ha sido devuelta por medio de Jesucristo. ¡Se nos devolvió la esperanza!

Los vv. 3, 4 constituyen otro bloque de pensamiento muy relacionado con el anterior. Ahora se plantea la actitud positiva que asume el cristiano frente a las dificultades de la vida. Este es otro resultado de haber sido justificados por la fe en Jesucristo. En el v. 2 Pablo ha dicho que nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Por supuesto, gloriarse o alegrarse en la esperanza no es lo extraordinario. ¿Quién no se alegra si tiene esperanza? Pero en el v. 3 se añade que también nos gloriamos en las aflicciones y esto sí se sale de lo común. No dice el texto en qué consistían estas tribulaciones, pero a juzgar por lo que Pablo escribe más adelante, en 12:14-21, los cristianos tenían muchas asechanzas y luchas. El texto no dice que el creyente se complace en las aflicciones, en las presiones de la vida, sino que se goza por causa de las oportunidades que éstas le proporcionan para crecer.

Lo normal para el ser humano es que de las aflicciones nace la depresión y la desilusión; pero para el cristiano es totalmente diferente y en las aflicciones se fortalece la esperanza. Cuatro asuntos se presentan en cadena, uno tras otro, como eslabones que fortalecen las cadenas de la libertad cristiana. Lo que aparenta ser motivo de debilidad se constituye en motivo de fuerza y fortaleza, de modo que la tribulación produce perseverancia, y la perseverancia produce carácter aprobado y el carácter aprobado produce esperanza (RVA). La obra de Cristo ha dado también al creyente una actitud positiva ante las dificultades que lo ayuda a crecer en la vida cristiana. En realidad el concepto de esperanza cobra significado en un contexto de conflictos, y esa es la situación del creyente en este mundo hostil.

El v. 5 pone en alto de nuevo el concepto de esperanza de una manera más objetiva. Ahora afirma que la esperanza no avergüenza porque Dios ha derramado su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado. Así que, la presencia de Dios en la vida da seguridad para afirmar la vida cristiana en un mundo de maldad (muerte). El texto plantea dos razones por las cuales la esperanza no avergüenza: a) El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones y b) el Espíritu Santo nos ha sido dado.

Ante una avalancha de presiones y aflicciones es fácil ser víctima de la desilusión; pero para sorpresa del mundo, el cristiano sale fortalecido. El texto deja constancia de poderosas razones para que el creyente mantenga su frente en alto aún en medio de las aflicciones: porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Más adelante afirmará que no hay ninguna cosa creada que pueda separarnos del amor de Dios (8:37-39), de modo que la desilusión con respecto a la esperanza no tiene posibilidades de prosperar en el corazón de los que hemos sido justificados por medio de la fe en Jesucristo. Se ha dicho que el amor es la fuerza más poderosa del mundo. Y cuando se trata del amor de Dios hacia los seres humanos no hay barrera que se interponga (comp. 8:39). ¡En Jesucristo somos más que vencedores! Todo esto es parte de nuestra nueva relación con Dios por la fe en Jesucristo.

Reflexiones sobre Romanos 5:1-11 (Parte 2)

Nuestra relación con Dios
Romanos 5:1-11
(Segunda parte)

En la reflexión anterior sobre el texto de Romanos 5:1-11, afirmamos que el sacrificio de Jesucristo es la base de nuestra buena relación con Dios (vv. 1-5). Concluimos que en esa nueva relación, los cristianos tenemos bendiciones extraordinarias por la fe en la obra de Cristo. Es claro que en estos versículos el apóstol habla acerca de los efectos (resultados) de la justificación sobre aquellos que aceptan la obra de Cristo mediante un acto de fe. Se revelan aquí tres grandes pensamientos cargados de bendiciones para el creyente. Se habla de la relación de comunión con Dios que tienen aquellos que por fe han sido justificados (vv. 1, 2); se expone también acerca de la actitud positiva que el creyente ha de asumir frente a las dificultades de la vida que lo ayudan a crecer en la fe, (vv.3, 4); y se habla también de la recepción del Espíritu Santo, que da al creyente la seguridad plena ante cualquier afrenta (v. 5). Así que, los vv. 1-5 dan base suficiente para afirmar que por el sacrificio de Jesucristo los cristianos tenemos una nueva relación con Dios. Ahora debemos reflexionar sobre los versículos seis al once de Romanos capítulo cinco.

En primer lugar, los vv. 6-8 constituyen la base para el segundo principio general que se deriva del texto. En esencia estos versículos enseñan que el sacrificio de Jesucristo es una demostración contundente del amor de Dios a los seres humanos. El justo pagó por los injustos para que estos no sufrieran el castigo de su culpa. El sacrificio de Jesucristo es un acto voluntario del amor de Dios para el perdón de nuestros pecados.

A primera vista, estos dos versículos no solamente parecieran extraños en este lugar en el texto, de acuerdo con el argumento desarrollado en los vv. 1-5 y 9-11, sino que, además, contienen conceptos de una magnitud tal que escapan a la cabal comprensión humana. Sin embargo, ya que el v. 5 ha dicho que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, los vv. 6-8 encajan bien como una explicación más acerca de ese gran acto de Dios de derramar su amor hacia los seres humanos. En realidad, estos versículos tienen una gran fuerza de significado como demostración del hecho histórico y único de la justificación del pecador delante de Dios. Hay dos ideas básicas en estos tres versículos: la primera habla de una gran necesidad a causa de la debilidad humana, a saber, la justificación que éste no podía lograr por sus propios méritos (v. 6). La segunda habla del precio que fue pagado como una demostración objetiva del amor de Dios (vv. 7, 8).

La enseñanza y fuerza del v. 6 es que, con su muerte, Cristo suplió al ser humano lo que le era imposible lograr por sus propios méritos. El apóstol escribe que aún siendo nosotros débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos. Para los lectores de Pablo esto habría sido una gran paradoja, a juzgar por las palabras del v. 7. No hay ninguna otra motivación para este acto de Dios que no sea su inmenso amor, pues a los seres humanos, receptores de esta gracia, se les describe como impíos (v. 6, irreverentes ante Dios), pecadores (v. 8, no siguen los caminos de Dios) y enemigos (v. 10, han dado la espalda a Dios). Además de todo esto, están en una condición de debilidad (v. 6, sin fuerza moral) que los incapacita para lograr favor alguno delante de Dios por sus propios méritos. Cuando la humanidad estaba en esa condición, sin esperanza, Cristo murió en su lugar. ¡Por eso hay motivos para mantener la frente en alto, con esperanza, en medio de un mundo sumido en la desesperanza! Es pertinente el tango “Tenemos esperanza” de Federico Pagura:
“Porque él entró en el mundo y en la historia,
porque él quebró el silencio y la agonía;
porque llenó la tierra de su gloria,
porque fue luz en nuestra noche fría;
porque él nació en un pesebre oscuro,
porque él vivió sembrando amor y vida;
porque partió los corazones duros
y levantó las almas abatidas.
¡Por eso es que hoy tenemos esperanza!,
por eso es que hoy luchamos con porfía;
por eso es que hoy miramos con confianza el porvenir.”

La expresión a su tiempo Cristo murió por los impíos pudiera significar que cuando ya se había perdido toda esperanza, cuando ya el ser humano desfallecía, Dios en su inmensa gracia intervino para darle vida. Tiene poco sentido especular acerca de esta frase, pues sólo Dios tiene el control final y según sus planes actúa en la historia de la salvación en el espacio y el tiempo (Comp. Gálatas 4:4; Efesios 1:10; 1 Timoteo 2:6; 6:12). No importa si el ser humano está en debilidad o si en su arrogancia vive en impiedad; de igual manera Cristo muere en su lugar para darle vida. Aunque no lo entendamos completamente, no hay duda que Dios actúa en el tiempo oportuno, aun al precio más alto, para lograr sus propósitos. Dios actuó a favor del ser humano que había perdido el rumbo, de modo que Cristo a su tiempo murió en lugar de los impíos y les devolvió la esperanza.

Los vv. 7, 8 indican claramente que el precio pagado es una gran demostración del amor de Dios hacia los seres humanos. En el v. 7 se expresan dos supuestos implícitamente negados con respecto a los actos de bondad humanos. A modo de contraste, en el v. 8 se muestra la más clara y convincente demostración de amor de parte de Dios: Cristo muere en lugar del pecador quien estaba sumido en su más profunda debilidad que lo incapacitaba por completo para acercarse a Dios. El Dios santo demuestra una profunda prueba de amor por el pecador: Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. El episodio de la cruz es la mayor prueba de que Dios ama a los seres humanos, aun cuando estos estén muertos en delitos y pecados. No hay ninguna otra revelación de amor que supere la muerte de Cristo (Comp. Juan 3:16; 1 Juan 4:10; 2 Corintios 5:19, 20)

La Palabra de Dios enseña que todos los seres humanos son pecadores y merecen el horrendo castigo de la muerte y la condenación eterna. Esa es la sentencia de Dios (3:23; 6:23). Pero Dios es amor y por su infinita bondad y misericordia envió a su Hijo para que muriera en lugar del pecador y lo librara de la condenación eterna. Cuando una persona acepta, por la fe, lo que Dios hizo al ofrecer a su Hijo en sacrificio por el pecado y confiesa a Jesucristo como su Señor, Dios la perdona, la libera de la condenación (4:23-25) y le da una nueva vida. En Jesucristo el ser humano tiene la vida eterna.

En segundo lugar, los vv. 9-11 el autor concluye una parte del argumento que comenzó en el v. 1 con respecto al alcance de la justificación por la fe en Jesucristo. Estos versículos dan base para el tercer principio general que se deriva del texto: La justificación por la fe en Jesucristo es nuestra garantía para enfrentar el futuro con esperanza. El texto hace una reafirmación de la seguridad que tiene el creyente en Jesucristo y reitera que hemos sido justificados por su sangre (v. 9), que fuimos reconciliados con Dios por medio de la muerte de su Hijo (v. 10) y que hemos recibido ahora la reconciliación (v. 11). Esta reiteración la hace el apóstol para reunir dos grandes verdades del evangelio: a) que el cristiano tiene la certeza de que no será condenado en el día del juicio (v. 9) y b) que la reconciliación lograda a través de Jesucristo es para siempre (vv.10, 11).

El planteamiento del apóstol en el v. 9 es sencillo y va de lo mayor a lo menor: si por medio de Cristo se ha logrado algo difícil, hemos sido justificados por su sangre, ya justificados, por medio de él seremos salvos de la ira. Con seguridad, pues, por medio de él seremos salvos de la ira.

La muerte de Cristo no canceló el día del juicio en el cual la ira de Dios será derramada sobre los que no obedecieron al evangelio. El juicio sigue en pie. Romanos 1:18 deja claro que la ira de Dios se manifiesta desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos (comp. 2:8). Pero Dios decidió ponerlo todo en Cristo, tanto la justicia como el juicio, de modo que quienes no se acercan a Dios por medio de Jesucristo siguen bajo la condenación y el juicio de Dios (3:19). Los que ahora confesamos a Jesucristo somos justificados delante de Dios y seremos salvos de la ira venidera, la cual se manifestará finalmente en la condenación eterna de los que no creen al evangelio de Jesucristo.

Según los vv. 10, 11 no hay duda que la reconciliación con Dios por la fe en Jesucristo es para siempre. Hasta ahora el apóstol no había planteado de manera directa el concepto de la reconciliación, pero no hay duda que eso fue lo que ocurrió en la cruz (vv. 6-8); por eso afirma que fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo (v. 10). De nuevo, el argumento va de lo mayor a lo menor, pero esta vez se añade un elemento más fuerte: que éramos enemigos. De modo que si siendo enemigos fuimos salvos por la muerte de su Hijo, estando ya reconciliados [nuevamente amigos], seremos salvos por su vida. En otras palabras, si la muerte de Cristo nos hizo amigos de Dios (nos reconcilió), ahora que él está vivo y nosotros reconciliados con Dios, con mucha más razón nos salvará de cualquier acusación. Nuestra salvación es segura en Jesucristo y ésta incluye no solamente el hoy, sino tanto el ayer como el mañana: ¡fuimos salvos, somos salvos, seremos salvos!

De esta manera, el argumento iniciado en 5:1, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, llega a su clímax en el v. 11, y ahora nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. No hay ningún otro motivo de gloria, sino Jesucristo. ¡A él sea la gloria!

Como ya se ha sugerido en la exposición, hay por los menos tres principios generales que se derivan de Romanos 5:1-11, que vale la pena tener siempre presentes.

1. El sacrificio de Jesucristo es la base para nuestra buena relación con Dios. En esta nueva relación, los cristianos tenemos bendiciones extraordinarias. Toda persona que acepta el sacrificio de Jesucristo como suficiente para el perdón de sus pecados tiene una nueva relación con Dios que la hace partícipe de sus bendiciones. Estas bendiciones se relacionan tanto con el pasado como con el presente y el futuro del cristiano. En otras palabras, por la obra de Cristo fuimos salvos, somos salvos, seremos salvos.

2. El sacrificio de Jesucristo es una demostración contundente del inmenso amor que Dios nos tiene. La salvación de cualquier ser humano es posible sólo por ese acontecimiento histórico del sacrificio de Jesucristo en la cruz, para el perdón de los pecados, como demostración del amor Dios. No hay ninguna otra posibilidad de vida para el ser humano aparte de Jesucristo. Con la muerte de Cristo Dios nos mostró cuánto nos ama. ¡En la cruz, Dios vino a nuestro encuentro!

3. La obra de Cristo en la cruz es la garantía para que podamos enfrentar el futuro con esperanza. El justo juicio de Dios por causa del pecado sigue en pie, pero los que seguimos a Jesucristo hemos sido reconciliados con él y, por tanto, no estamos bajo condenación. Los cristianos no somos optimistas con respecto a este mundo, pero tenemos esperanza porque seguimos a Jesucristo quien triunfó sobre el pecado y la muerte. ¡No hay condenación para los que están unidos a Cristo Jesús!

¿Entonces, qué debemos hacer? Si, como lo hemos afirmado, es cierto que el sacrificio de Jesucristo es la base para nuestra buena relación con Dios, que el sacrificio de Jesucristo es una demostración contundente del inmenso amor que Dios nos tiene y que la obra de Cristo en la cruz es la garantía para que podamos enfrentar el futuro con esperanza, no debemos quedarnos de brazos caídos. Reflexionemos un poco más sobre esto.

1. No hay duda que la enemistad entre los seres humanos y Dios ha sido resuelta por el sacrificio de Jesucristo. Por la fe en el sacrificio de Jesucristo hemos alcanzado la salvación. Tenemos la certeza de la vida eterna, porque hemos aceptado su sacrificio como suficiente para el perdón de nuestros pecados. Esta decisión nos ha hecho aptos para vivir en comunión con Dios ahora y siempre, porque hemos reconocido a Jesucristo como el Señor de nuestra vida. Como consecuencia de la aceptación del sacrificio y señorío de Cristo en nuestra vida tenemos muchos beneficios. ¿Cuáles piensa usted que son algunos beneficios, bendiciones, que ahora tiene por seguir a Jesucristo?

Uno de los resultados que tenemos en Cristo es que nuestra relación de comunión con Dios nos motiva a enfrentar las adversidades cotidianas con una actitud positiva, porque tenemos esperanza. ¿Cómo es su comportamiento cuando pasa por momentos difíciles? En medio de las situaciones difíciles, los cristianos podemos estar confiados en el control que el Señor ejerce sobre la vida tanto en el ámbito personal como en el colectivo. En otras palabras, tenemos esperanza. ¡Por eso somos optimistas! Evalúese un poco, haga una descripción de cómo fue su comportamiento la última vez que pasó por una situación difícil. ¿Qué fue lo que ocurrió?

2. Sabemos que la más grande demostración de amor que hemos recibido los seres humanos está en el acto salvador de Dios a través de la muerte de su Hijo Jesús. Ningún otro acto, por muy humanista o bueno que parezca, puede ponernos en comunión con Dios. Por lo tanto, la vida eterna no es algo que nosotros podemos ganar, ni es una bendición que merecemos. ¡Absolutamente no! Es sencillamente el amor de Dios en Cristo, que se hizo realidad entre nosotros. Por pura gracia Dios manifestó su amor a los seres humanos mediante el sacrificio de Jesucristo. Esto debe motivarnos a dar gracias a Dios por su amor. Deténgase un momento en la lectura y haga una oración de gratitud al Señor por su gran amor por usted.

Somos salvos por los méritos de Jesús. Dios nos amó y nos ama; él no solamente nos perdonó, sino que hoy sigue perdonándonos. Esto no significa que tenemos licencia para pecar, sino que él puede perdonar cualquier pecado porque sigue amándonos. ¿Cuáles piensa usted que son algunas cosas que le demuestran a usted que Dios lo ama? ¿Está seguro que Dios le ama? ¿Por qué está tan seguro?

3. Llegará el día cuando Dios derramará su justicia y su ira sobre todo ser humano que le desobedeció y menospreció la obra de su Hijo. Pero nosotros, quienes por la fe hemos aceptado el sacrificio de Cristo como suficiente para el perdón de nuestros pecados y lo honramos como Señor de nuestra vida, no seremos condenados por Dios. La ira de Dios no caerá sobre sus hijos. Su Palabra es verdad, y ésta afirma que Él nos ha salvado para siempre. ¡Tenemos y tendremos siempre buena relación con Dios, sobre la base del sacrificio de su Hijo!

¡Cuánta claridad hay en la palabra de Dios sobre su amor para con nosotros! ¿Va a ser usted tan egoísta que va aguardar para si este mensaje? Haga una lista de por lo menos cinco personas a quienes les gustaría compartir su esperanza. Trace un plan sencillo para compartir este mensaje con cada una de esas personas. Ore al Señor para que él le guíe en este propósito y tan pronto tenga la oportunidad dígales cuánto Dios los ama. ¡Demuestre con su vida que este mensaje es la verdad!