jueves, 11 de noviembre de 2010

Algunos principios básicos de la epístola de Santiago

1. Debemos afrontar positivamente las situaciones difíciles que se nos presentan en la vida cristiana. Algunos problemas son de carácter interno en la vida, mientras que otros son de carácter externo. Pero todos son oportunidades para crecer, si los asumimos con la actitud correcta en obediencia a la Palabra de Dios.

2. Debemos ser solidarios con las necesidades de nuestros hermanos. El mensaje de Santiago es que no debe haber favoritismos en la iglesia y que la fe sin obras está muerta. Las obras a las cuales se refiere tienen que ver tanto con la conducta personal como con la ayuda a los necesitados. Su conclusión es que como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta. Por eso advirtió que la religión pura y sin mancha delante de Dios es atender a los huérfanos y a las viudas en sus necesidades, y conservarse limpio de la corrupción del mundo.

3. Los maestros de la Palabra de Dios debemos ser coherentes con lo que decimos y hacemos. Santiago habló de los que pretendían ser maestros en la iglesia y les dijo que mos-traran su sabiduría a través de la conducta. Debían vivir de acuerdo con lo que enseñaban. Este mensaje es aplicable a todos los cristianos, en todas las épocas. Si decimos que cree-mos la Palabra de Dios, debemos vivir como ella exige que vivamos. El consejo de Santiago es claro y preciso: no se contenten sólo con escuchar la palabra de Dios… Llévenla a la práctica.

4. En la vida cristiana es fundamental la buena relación con Dios y con el prójimo. Algu-nos han caído en la trampa de buscar la buena relación con Dios y se han olvidado de la buena relación con el prójimo; y otros se han contentado con luchar por una buena relación con el prójimo y se han olvidado de Dios. Hay muchos enemigos que nos acosan para que no mantengamos estos dos asuntos vivos en la vida cristiana. El sistema del mundo con sus múltiples facetas está en ataque constante para que rompamos nuestra buena relación con Dios y la naturaleza caída saturada de egoísmo que arrastramos nos empuja a romper la buena relación con nuestros semejantes. Para vencer estos asuntos, Dios nos exige fidelidad a él y sensibilidad hacia nuestros hermanos.

Unas aplicaciones a estos principios

1. El primer principio general que derivamos de la epístola de Santiago dice que debemos afrontar positivamente las situaciones difíciles que se nos presentan en la vida cristiana. Todos confrontamos alguna vez situaciones difíciles en la vida cristiana. Para algunos, estas situaciones son motivo de frustración y desánimo y para otros son una motivación para crecer en la vida cristiana. En ocasiones, cuando pasamos por situaciones difíciles, nos desesperamos y pensamos que Dios no está presente y entonces somos negativos en nuestro compor-tamiento. Santiago dice que este no es un buen proceder. Debemos afrontar positivamente las situaciones difíciles que se nos presentan. ¿Pero cómo podemos hacer esto? Si asumimos que Dios sí está presente en nuestra vida, entonces podemos tener paciencia hasta encontrar el lado bueno de todo eso que nos está pasando. La historia está llena de ejemplos de personas que pasaron por situaciones muy difíciles y sin embargo encontraron algo bueno en ellas. Pero esas personas tuvieron una actitud positiva y aguardaron con paciencia lo que Dios quería. Este es el caso, por ejemplo de José, el hijo de Jacob. ¿Cuánto sufrió después que sus hermanos lo vendieron? Pero al final él mismo dijo a sus hermanos: Es verdad que ustedes pensaron en hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien… (Génesis 50:20). Seguramente usted también puede recordar algunos de esos momentos cuando parecía que todo estaba en su contra, pero al final resultó en bendición para usted. ¿Tiene usted en este sentido algún motivo para darle gracias al Señor? Si este es el caso, hágalo ahora.

2. El segundo principio general que hemos derivado de la epístola de Santiago dice que debemos ser solidarios con las necesidades de nuestros hermanos. No necesitamos abrir mucho los ojos para darnos cuenta que alrededor nuestro hay hermanos que están pasando por necesidades. Santiago dice que la religión pura y sin mancha delante de Dios es atender a los huérfanos y a las viudas y conservarse limpio de la corrupción del mundo. ¡Cuántas oportu-nidades se nos presentan para poner en práctica nuestra religión! Es un deber cristiano la soli-daridad con los necesitados. Reflexione sobre su vida: ¿Cuán solidario es usted con los que pasan por necesidades en la iglesia? ¿Cuándo fue la última vez que tuvo un buen gesto de solidaridad? Tal vez muchos de nosotros en este sentido tenemos que confesar nuestros pe-cados al Señor. Pero nuestra vida puede cambiar, podemos aprender la solidaridad. ¿Qué pu-diera hacer usted a partir de hoy para poner en práctica la solidaridad con los necesitados? Es-criba un breve comentario al respecto y haga oración al Señor para avanzar en este sentido de la vida cristiana.

3. Los maestros de la Palabra de Dios debemos ser coherentes con lo que decimos y hacemos. Este es otro principio general que hemos derivado de la carta de Santiago. Todos los que somos maestros sabemos cuan grande es la tensión entre el decir y el hacer. Enseñar con palabras es relativamente fácil, enseñar con los hechos de la vida es otra cosa. Aquí tenemos una oportunidad para mostrar de manera franca la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos con respecto a la enseñanza de la Palabra de Dios. Tal vez una de las preguntas más importantes es esta: ¿Cuán sincero soy en lo que pretendo enseñar a mis hermanos en la igle-sia? Hágase una evaluación personal y presente los resultados al Señor. Si tiene algo por lo cual darle las gracias, hágalo. Si tiene algunas cosas por las cuales pedirle perdón, hágalo ahora también.

4. El cuarto principio general que hemos derivado de la epístola de Santiago dice que en la vida cristiana es fundamental la buena relación con Dios y con el prójimo. Nuestra vida no se puede esconder. Tal vez hasta cierto tiempo podamos escondernos de nuestros semejantes, pero tarde o temprano nos revelamos ante los demás. De lo que sí estamos seguros es que no podemos escondernos de Dios. Por lo tanto, debemos trabajar para mantener una buena rela-ción con Dios y con nuestros semejantes. Tal vez ha descuidado la lectura frecuente de la Bi-blia. Esto es un indicio que su relación con Dios no anda como debe ser. Entonces, propóngase a cambiar esta conducta y comience a leer diariamente la Palabra de Dios. Tal vez sin darse cuenta se está comportando de manera egoísta y poco a poco su relación con los hermanos en la iglesia se está distanciando. Reflexione sobre esto: ¿Cuántos de los hermanos en la iglesia son verdaderamente mis amigos? ¿Le alcanzaron los dedos de su mano para contarlos? Es-criba un comentario sobre esto y haga oración al Señor sobre la base del comentario que es-cribió.