La actitud del cristiano ante la Palabra de Dios
En el comportamiento diario del cristiano debe ser evidente su obediencia la Palabra de Dios.
Un resumen del contenido del texto
En Santiago 1:19-27, el escritor inspirado exhortó a sus lectores para que con humildad cambiaran la manera de pensar y actuar, y aceptaran el mensaje (la Palabra de Dios) que habían recibido. Les dijo que no bastaba con escuchar la Palabra de Dios, era necesario llevarla a la práctica. Y los retó a dar evidencia de su fe no solo mediante su buena conducta, sino también a través del servicio a los necesitados. Este texto puede dividirse en tres breves párrafos cuyo contenido puede resumirse con estas tres palabras: oír, actuar y evidenciar. Los vv. 19-21 retan al creyente a recibir (oír) la Palabra Dios con mansedumbre; los vv. 22-25 constituyen una exhortación a la acción (actuar) de obediencia continua de la Palabra ; y los vv. 26 y 27 presentan un reto para que se dé evidencia (evidenciar) de la obediencia a la Palabra Viva en la vida diaria.
Análisis y comentarios del texto
Los creyentes a quienes escribió Santiago, debían evidenciar, mediante su conducta, que llevaban a la práctica la Palabra de Dios. Era necesario que conocieran la Palabra de Dios, pero ese conocimiento tenía poco valor, si no actuaban conforme a él. El mensaje de Santiago es que a través de nuestro comportamiento, debe hacerse evidente que obedecemos la Palabra de Dios. Así que, es necesario prestar atención a lo que la Palabra de Dios enseña, es necesario conducir la vida conforme lo que esa Palabra enseña y es necesario mostrar en hechos concretos nuestra obediencia a lo que Dios dice en su Palabra.
¿Cuál es el contexto de Santiago 1:19-27? Con este texto, especialmente con el v. 22, Santiago llega a uno de los puntos más relevantes de sus pensamientos y plantea un tema alrededor del cual gira toda su carta: la necesidad de obedecer la Palabra de Dios. Los versículos de 1:2-11 hablan acerca de la actitud positiva que debe asumir el cristiano frente a las pruebas. Los versículos de 1:12-18 plantean la actitud correcta que debe asumir el cristiano ante la tentación a hacer lo malo. Y los versículos de 1:19-27 hablan de la actitud de obediencia que debe asumir el cristiano ante la Palabra de Dios.
¿Cómo está estructurado el texto de Santiago 1:19-27? Como se dará cuenta al prestar un poco de atención a este texto, está estructurado en tres breves párrafos (vv. 19-21, 22-25 y 26-27). Pero los tres se refieren al tema de la obediencia a la Palabra de Dios. Por lo tanto, debemos estudiarlos juntos. Entonces, hay básicamente tres asuntos en este texto:
1. En primer lugar (vv. 19-21), el texto habla de la necesidad de prestarle atención a la Palabra de Dios, en vez de oír la voz del sistema del mundo anti Dios. Santiago exhortó a sus lectores para que con humildad cambiaran su manera de pensar y actuar, y aceptaran el mensaje (la Palabra de Dios) que habían recibido. La Palabra Dios tenía poder para darles vida aun en medio de las situaciones difíciles que se les presentaran. Por lo tanto, debían oír (prestar atención a) la Palabra de Dios, si querían salvar sus vidas.
2. En segundo lugar (vv. 22-25), el texto habla de la necesidad de obedecer la Palabra de Dios y no solamente conocerla. Santiago les dijo a sus lectores que no bastaba con escuchar la Palabra de Dios, era necesario llevarla a la práctica. La obediencia a la Palabra de Dios se evidenciaba a través de los cambios positivos en la vida de ellos. Así que, debían poner en práctica la Palabra de Dios para recibir la bendición que ella daba.
3. En tercer lugar (vv. 26-27), el mensaje que habían recibido no era sólo un asunto de palabras, sino de hechos. El evangelio afectaba la totalidad de la persona. En este sentido, el texto habla de la coherencia entre los dichos y los hechos, como evidencia de la obediencia al mensaje que habían recibido. Entonces, ellos debían dar evidencia de su fe no sólo mediante el servicio a los necesitados sino a través de su conducta personal.
¿Cómo se desarrollan estos asuntos en el texto?
Con los vv. 19-21, Santiago les llamó la atención a sus lectores para que le prestaran atención a la Palabra de Dios, si querían salvar sus vidas. En este sentido, el texto plantea esencialmente dos asuntos: 1) Los vv. 19 y 20 exhortan a los creyentes para que asuman la actitud de oír la Palabra de Dios, antes que hablar y actuar con juicios personales equivocados. Si querían una buena relación con los demás, debían tener control sobre ellos mismos. 2) En el v. 21 la exhortación es que los creyentes abandonen sus criterios personales y acepten con mansedumbre la Palabra que tiene poder para transformar sus vidas.
El contenido de los vv. 19 y 20 es una respuesta a la falsa acusación que, según el v. 13, los lectores de Santiago hacían a Dios. Parece que las tres acciones presentados: oír, hablar y airarse, se relacionaban con tres problemas de conducta que los llevaba a acusar a Dios de ser el responsable de sus tentaciones a hacer lo malo. Santiago dice que esa es una percepción equivocada. Por lo tanto, debían tener control de sus oídos, su lengua y sus emociones. Según el v. 20, la falta de control sobre sí mismos no les permitiría actuar conforme a la Palabra de Dios. El mensaje del texto es que es necesario escuchar con humildad la Palabra de Dios, a fin de hablar y actuar con justicia. En ocasiones el razonamiento humano pudiera parecernos muy lógico y aceptable, pero es necesario confrontar nuestros pensamientos y nuestras acciones con lo que Dios dice en su Palabra.
El v. 21 habla sobre necesidad de rectificar la vida. Y la rectificación implica desechar lo malo y aceptar y hacer lo bueno; implica aceptar con humildad los errores y oír (aceptar) las correcciones que ofrece la Palabra de Dios. La expresión: la cual tiene poder para salvarles la vida, no se refiere a la salvación de la condenación eterna,[1] sino a la restauración de la mala conducta, al bienestar temporal del creyente que oye la Palabra de Dios y la obedece.[2]
Los vv. 22-25 presentan uno de los puntos más relevantes del pensamiento de Santiago. Plantean un tema fundamental alrededor del cual gira toda la carta: la necesidad de obedecer la Palabra de Dios. Comienza con un mandato en el v. 22: No se contenten sólo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica. Y concluye con una alentadora promesa para quienes la obedezcan: recibirá bendición al practicarla (v. 25). En medio de estos dos asuntos, los vv. 23 y 24 presentan una extraordinaria ilustración para recordar lo ilusorio que es reconocer la realidad personal y no prestarle la debida atención.[3]
Hay un contraste entre la persona que se presenta en los vv. 23 y 24 y la que se presenta en el v. 25. En el primer caso, tan rápida fue la mirada de su rostro en el espejo, como lo fue también olvidarse cómo era; en el segundo habla de una mirada atenta y perseverante en la ley perfecta que da libertad, a saber, la Palabra de Dios. En ocasiones pudiera presentársenos la disyuntiva: la Palabra de Dios y la palabra del hombre. ¿A quién debemos obedecer? Debemos ser valientes para tomar el camino correcto, con la convicción de que ¡es mejor obedecer a Dios antes que a los hombres!
En los vv. 26 y 27 Santiago plantea de nuevo el asunto referente al problema de oír y no hacer, que se presentó en los vv. 23 y 24. Ahora dice que la verdadera religión, el evangelio, no es un simple liturgia o culto religioso; sino que se trata de acciones concretas de servicio al prójimo. En este sentido, el v. 26 muestra una concepción equivocada del sentido práctico de la vida en Jesucristo y el v. 27 indica que el cristiano fiel manifiesta su fe tanto en acciones de servicio al prójimo como en la observancia de una buena conducta.
Según el v. 26, los lectores de Santiago habían descuidado un aspecto muy importante de su fe. Hablaban mucho y hacían poco. Parece que habían descuidado el amor en la comunidad cristiana y hacían demasiado hincapié en los aspectos litúrgicos (rituales) de la religión.[4] En otras palabras, se conformaban con lo que al parecer era una buena actitud hacia Dios (si alguien se cree religioso), pero con sus palabras demostraban una mala actitud hacia los hombres (y no refrena su lengua). Santiago les recuerda que la práctica auténtica de la vida cristiana no es meramente de culto colectivo con ritos y acciones piadosas, sino más bien de servicio al prójimo en acciones de bondad acompañadas de una conducta ejemplar.
Al describir el lado práctico de la fe (v. 27), Santiago presenta dos ejemplos específicos. Por un lado habla de acciones de servicio hacia los necesitados (atender a los huérfanos y a las viudas)[5] y, por el otro, habla de la conducta que debe caracterizar al cristiano (conservarse limpio de la corrupción del mundo). El evangelio es tanto devoción como acción; es un llamado a salir del mundo y a la vez entrar y actuar en él. Así que, Santiago no habla de una religión sin Dios, fundamentada en los hombres y dedicada a los hombres. ¡De ninguna manera! Más bien recuerda que en la religión cristiana hay la obligación de prestar atención tanto a Dios como a los hombres. Y para lograr esto, tenemos delante las directrices de la Palabra de Dios que debemos obedecer. El evangelio de Jesucristo exige tanto fidelidad como sensibilidad; fidelidad a la Palabra de Dios y sensibilidad humana.
¿Cuáles son los unos principios que se derivan de este texto?
De las reflexiones antes expuestas, se desprenden con bastante claridad tres principios para la vida cristiana en nuestro contexto.
1. Debemos escuchar (oír) lo que nos enseña la Palabra de Dios. Hoy como ayer la Palabra de Dios es más sabia que todos los descubrimientos y propuestas humanas. Si queremos salvar nuestras vidas, tenemos que volver nuestra mirada a la Palabra de Dios. En medio de un mundo arrogante que gira desenfrenadamente de espaldas a Dios, hay necesidad de un espíritu de humildad y mansedumbre para escuchar su Palabra, la cual tiene poder para transformar y reorientar nuestras vidas. Hay muchas voces hoy en el mundo, pero también está la voz de Dios ¡Debemos escuchar la Palabra de Dios! Para escuchar la Palabra de Dios es necesario leerla, es necesario conocerla, es necesario examinarla para entender lo que enseña. A través de ella conocemos quiénes somos, quién es Dios y lo que ha hecho y es capaz de hacer por nosotros y con nosotros.
2. Debemos poner en práctica lo que nos enseña la Palabra de Dios. Tiene poco valor conocer la Palabra de Dios si no ponemos en práctica lo que conocemos de ella. La promesa de Dios es que la obediencia a su Palabra produce una vida dichosa. Por supuesto, hay que pagar el precio de la obediencia. Si la Palabra de Dios dice que una determinada conducta es mala, entonces debemos desechar esa conducta; y si dice que cierta conducta es buena, entonces debemos asumirla. El conocimiento de la Palabra de Dios tiene poco valor si no se traduce en la transformación de la conducta. Por eso, Santiago dice que si una persona se mira en el espejo, pero no actúa conforme a lo que observó, no hace más que engañarse a sí misma. Es importante conocer la verdad, pero el conocimiento sin la acción es mera ilusión; es necesario actuar conforme a la palabra oída, es necesario obedecer la Palabra de Dios.
3. Debemos dar evidencia de nuestra fe no solo mediante la conducta personal sino a través del servicio a los necesitados. El evangelio exige coherencia entre lo que creemos y lo que hacemos. La obediencia a la Palabra de Dios debe evidenciarse tanto en la buena conducta del creyente como en las buenas acciones de servicio a los necesitados. Santiago dice que la verdadera fe se muestra en la buena relación personal con Dios y las buenas acciones hacia nuestro prójimo. La referencia a las viudas y los huérfanos es sólo un ejemplo, no la norma. La obediencia a la Palabra de Dios no pasa desapercibida, su efecto se evidenciaba a través de los cambios positivos en la vida de quienes la obedecen. ¡Y esos cambios se relacionan con Dios y con nuestro prójimo!
Una reflexión final
1. Si, como lo hemos afirmado, debemos escuchar (oír) lo que enseña la Palabra de Dios, ¿qué podemos hacer para lograrlo? No hay duda que un primer paso es leerla y estudiarla con ese propósito. Hoy hay muchas voces que pretenden dar directrices, pero el cristiano tiene que prestar atención a la voz de la Palabra de Dios. Debemos leer la Biblia con la convicción que Dios tiene un mensaje para nosotros y no sólo para los lectores originales. Si no lo está haciendo, seleccione un libro de la Biblia , por ejemplo el Evangelio según Juan, y hágase el propósito de leer cada día un capítulo. Tenga a la mano un cuaderno y mientras lea mantenga en mente estas tres preguntas: ¿Qué dice el texto? ¿Qué enseña el texto? ¿De qué manera me afecta el mensaje de este texto, cómo puedo llevarlo a la práctica? Lea la Biblia para escuchar lo que ella dice. Examínela para conducir su vida según lo que ella enseña.
2. Si, como lo hemos afirmado, debemos poner en práctica lo que enseña la Palabra de Dios, entonces debemos saber qué enseña. ¿Si no sabemos lo que enseña la Biblia , cómo podemos poner en práctica su mensaje? Tal vez siente cierta preocupación porque no siempre entiende lo que lee en la Biblia. Ya que esto es posible, hágase el firme propósito de participar en un grupo pequeño de estudio bíblico semanal. Si no hay un grupo así en su iglesia, anime a los líderes para que formen uno en el cual usted pueda participar. Pero no estudie la Biblia sólo para saber lo que enseña, estúdiela para llevarla la práctica. Al hacer el estudio bíblico, tome sólo un asunto a la vez que pueda poner en práctica en los próximos días, al final de la semana hágase una evaluación personal para ver los resultados. Si necesita ayuda para lograr lo que se ha propuesto, no vacile en buscarla con los líderes de la iglesia.
3. Hemos afirmado que, según el texto de Santiago, debemos dar evidencia de nuestra fe no sólo mediante la conducta personal sino también a través del servicio a los necesitados. Aquí hay un campo amplio para llevar a la práctica la Palabra de Dios. Hágase una evaluación personal respecto a los cambios internos que ha observado en su vida desde que comenzó su nueva vida en Jesucristo. Dé gracias a Dios por esos cambios. Pida la ayuda del Señor para lograr los cambios que desea hacer pero que no ha logrado todavía. Otro asunto importante es este: ¿cómo es su relación con las personas que están pasando por necesidad en su iglesia? ¿Hay algo que usted está haciendo por ellas? ¿Qué otra cosa pudiera hacer para ayudarlas? Seleccione una de esas personas que están pasando por alguna necesidad, ore por ella y haga planes para ayudarla con hechos según sea la necesidad de esa persona. Póngase en contacto con ella y ofrézcale su ayuda. Tal vez una de las principales necesidades de esa persona es encontrar alguien con quien hablar de sus problemas. ¡Usted puede ser un instrumento muy útil en las manos de Dios!
[1]La salvación en el sentido de recibir el perdón de los pecados y la vida eterna sólo se obtiene por la fe en el sacrificio de Jesucristo. Pero la obediencia a la Palabra de Dios nos salva de muchas situaciones en la vida cotidiana.
[2]El mensaje central del evangelio dice que somos salvos por la fe en el sacrificio de Jesucristo y en ningún otro hay salvación. La Palabra de Dios es el alimento para dar fortaleza y crecimiento a la nueva vida en Jesucristo. En ese sentido, tiene poder para salvar la vida.
[3]En estos versículos la ilustración incluye dos hombres: uno que es descuidado y otro que es atento a lo que la Palabra dice. Tiene esto un parecido a los dos edificadores que presenta Cristo, según Mateo 7:24-27.
[4]Santiago no pretende definir la religión sin Dios. La vida sin mancha nos recuerda la buena relación que el ser humano debe tener con Dios; pero parece que algunos de los cristianos a los que Santiago escribió habían inclinado la balanza hacia un lado (la liturgia) y se habían olvidado del otro (el amor al prójimo). ¡Cuántos hay hoy que necesitan el amor cristiano expresado en hechos y no sólo en palabras!
[5]Esto se parece al pensamiento de Cristo expresado en las Bienaventuranzas narradas en el Evangelio de Mateo 5:3-6.
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